martes, 25 de octubre de 2011

Juan Luis Dammert, el cantor que no tuvimos


Fue domingo en las claras orejas de mi burro,

De mi burro peruano en el Perú (perdonen la tristeza)

César Vallejo

Trato de recordar canciones de infancia. Nada del inagotable mundo imaginario del mexicano Cri-Cri. Nada de la poética ternura de María Elena Walsh.

Recuerdo una multitudinaria guardería en el Cusco donde cada lunes, luego de formar (firmes, atención, columna-cubrir) un niño salía a cantar invariablemente “Cara de gitana, dulce enamorada…”. Pésimo inicio para una educación sentimental.

De ahí la memoria salta a la tele, cómo no. Un personaje algo siniestro, que parecía socio de un club caro y que tenía pinta de gritarle a sus empleadas en la casa, se apoderaba de la pantalla con un espantoso traje a rayas y un ridículo sombrero: el Tío Jhony. El clímax de su programa consistía en atragantar con un vaso de leche a un niño en tiempo récord.

Pero sin duda la reina de la diversión infantil de esa generación de niños que mirábamos la tele mientras nuestros padres hacían la revolución, se eran infieles y se llenaban la cabeza de preguntas, llevaba el extraño nombre de Yola Polastri. Una flaca ligamentosa y enérgica, medio pituca, medio lumpen, que cautivaba a la audiencia con sus ojos exaltados y sus aparatosas coreografías. Su repertorio pasaba de inocentes paparruchadas como “El telefonito es / una necesidad / llamada tras llamada y puro bla, bla, bla …. (gracias Dios, por ayudarme a olvidar) a indescifrables pero pegajosos versos como “Cuando estábamos cortando rábanos, unos cortábamos y otros dejábamos”. Con Yola nos pasó como nos pasaría con Madonna años después: cuando nos convencimos de que nunca iba a envejecer nos dimos cuenta que teníamos la cara llena de granos y las manos hundidas en los bolsillos.

La verdad, hay cosas que uno debe olvidar. Una de esas cosas se llama Parchis. Nunca la ingenuidad española fue tan perversa, tan cursi, tan mal intencionada.

Así fue. Y todo ese inútil recuento no es nada más que una manera de explicar porqué un grupo de universitarios sin convicción académica, de oscilantes visiones políticas y holgazanes tendencias literarias nos aficionamos, nos aferramos y sobrevivimos a la barbarie que nos acosaba en gran parte gracias a un casette de canciones infantiles de Juan Luis Dammert. En una época de fosas comunes, coches bomba, masacres a cuchillo y una sangrienta corrupción política, nosotros cantábamos “Cómo te vaca” a gritos en los acantilados inhóspitos de San Miguel y bebíamos vino en caja, y nos metíamos al mar de noche, y tratábamos de amarnos lo más torpemente posible.

Todavía recuerdo la noche en que Camilo llegó a mi casa de Garzón. La famosa casa de Garzón. Me contó lo que estuvo a punto de hacer con frialdad y detalles. Pero algo lo detuvo. Una canción. “La sirenita Claribel”, la historia de una sirena que ama la tierra y cambia su cola por dos pies para poder bailar: “Baila la morena, que ayer fue sirena…”. Debías haber llevado esa canción contigo cuando emprendiste viaje, compadre.

No sé cómo ese casette viejo que andaba de mano en mano acabó en las mías. Y me acompañó a Bolivia, a Brasil y nuevamente a Bolivia. Cuando ya casi lo había olvidado, aparecía como por arte de magia y lo volvía a escuchar con sabrosa e irreparable nostalgia. “Cómo te vaca”, “El mono Machín”, “Caballito Palomino”, “Teodoro mi viejo loro”…

Al parecer, el cassette definitivamente se ha perdido. Aunque guardo la esperanza de que aparezca porque sus versiones, su factura doméstica, sus voces, son inigualables. Como esas cintas magnetofónicas marrones que eran tan fáciles de de manipular, el tiempo ha seguido corriendo, enredándose y anudándose. Y ahora que tengo dos hijos he logrado conseguir los dos discos de canciones infantiles grabados por Juan Luis Dammert: Cómo te vaca y Cómo te vaca 2.

En las canciones de esos discos, varias de las cuales cantamos con mis hijos de memoria, no hay intenciones edificantes, no hay sonsas lecciones de adultos, no hay ese menosprecio con el que los adultos suelen simplificar y atrofiar la imaginación infantil.

La canciones de Juan Luis están pobladas por una fauna pícara y sabrosa, que se divierte, que emprende grandes aventuras, que se ríe y llora. Un loro habla varios idiomas, canta en la radio y un día se va con un pirata a navegar por los mares. La historia la cuenta quien fuera su dueña, y en un momento dice: “Teodoro, mi viejo loro, muy temprano ahora me llama. Me dice vuelvo mañana, y en el teléfono lloro”. En ese versito siempre se nos quiebra la voz.

Un chancho quiere ir a la luna para buscar fortuna y sus amigos, el ratón y la gallina, le dan una chompa de algodón y gelatina. Poco después del aparatoso despegue, Pancho el chancho vuelve a la Tierra. “¿Qué pasó Pancho querido, se te acabó la gasolina”, le pregunta la gallina. Y él responde: “No, se me acabó la gelatina”. Irrefutable razón para volver al planeta. Un campesino tiene una vaca tan flaca que “si estaba en la lluvia el agua caía y no la podía mojar” y una tan gorda “que daba tanta leche que todos podían beber”. La alpaca Paquita presta su lana plateada para que la abuelita haga una chalina para el frío invierno. Y en la vieja discoteca del fondo del mar, a Corina la Corvina le gusta bailar, a ritmo de rock….

Las canciones de Juan Luis son huaynos, tonderos, valses, música de la selva peruana, rock and roll y una inagotable y divertida sucesión de ritmos de todo lado… Y si todo empezó, como él cuenta en su blog, a finales de los 80 con un casette grabado en el comedor de su casa, hoy el proyecto “Cómo te vaca” ha llegado a su forma originalmente imaginada: un libro ilustrado, con las letras de las canciones y el CD.

La obra de Juan Luis Dammert es bastante amplia. La música para niños es sólo una de sus vetas, tiene más de 12 discos en su haber (uno de magníficos valses). Pero hoy se le rinde homenaje a este cantor completo, que no ha renunciado al ingenio, a la música y a las ganas de bailar que habita en cada niño.

Puedes escucharlo, leerlo y conseguir sus discos en:

http://www.comotevaca.blogspot.com/, http://www.achoabancay.blogspot.com/

Antonio Vera

domingo, 23 de octubre de 2011

El Estudiante, un thriller político

En el ciclo de Cine Latinoamericano que se proyecta en la Cinemateca la embajada Argentina trajo una película imperdible: El estudiante (2011) dirigida por Santiago Mitre. Esta película por demás aconsejable todavía tendrá dos funciones más en la Cinemateca: sábado 29 y el martes 1ero de noviembre. A continuación, de modo disperso, muestro algunos efectos en mí de la película y también trazo algunos rasgos de la trama.

La película El estudiante es una película de crecimiento, de esas en las que un chico descubre un mundo nuevo y aprende a manejarse en él. El estudiante es un viaje ficcional al nacimiento de un político. Vemos al futuro político desde su etapa embrionaria (llega a la universidad sin ningún interés particular), más tarde observamos su nacimiento (sus primerias intervenciones en asambleas política universitaria), sus primeros pasos (“movidas” para encender el fervor político de universitarios) y el uso de las primeras armas que ofrece la política (negociaciones, traiciones, seducciones, trampas, alianzas, el entender la palabra como pura cáscara sin contenido, etc.), llegamos a ver su etapa de esplendor (el estudiante es un operador político eficiente) y finalmente su posible decadencia (la traición, decepción, venganza).

La película entiende al político como a ese sujeto que, más allá de un saber académico, aprende rápidamente y de forma muy hábil asciende dentro de un complejo sistema armado sobre la base de mecanismos corruptos, engranajes donde para sobrevivir es indispensable la traición, el engaño, el uso al otro. En síntesis un sistema donde sobrevivirá solamente el más apto.

La trama es la siguiente: Un chico pueblerino, sin interés alguno por la política menos con un conocimiento sobre ella (dice en varias secuencias narrativas al inicio de la película: “no me gusta la política” o “no hablo de política” o “todos los políticos son iguales”) y le importa menos por lo que acontece en su entorno. El chico pueblerino de nombre Roque luego de haber pasado por varias carreras universitarias en distintas ciudades y universidades argentinas termina en la Universidad de Buenos Aires (UBA). La universidad es el ámbito donde el personaje irá de a poco descubriendo una nueva práctica en su vida: la política universitaria.

Lo interesante de esta exploración ficcional es que se muestra a Roque como a alguien profundamente aburrido con su decisión de estudiar una carrera. Asiste a clases por la obligación de hacerlo y no por una cuestión de verdadera motivación. Roque se va dando cuenta que aquello de las clases no es lo suyo, no tiene ideas, no participa en las clases, no sabe sobre qué hablan o discuten y paradójicamente hablan de política, pero desde un registro académico. Hay una escena donde se lo ve francamente incómodo sentado en el aula universitaria, escuchando atentamente una discusión pero muy limitado a participar en ella. Para Roque la universidad es un interesante ámbito para conocer chicas y tener sexo con ellas y punto, allá acaban sus motivaciones. Y en ese camino, el de las conquistas y el sexo le va mejor que en las aulas. Pero, algo se insinúa en la película que pese al abundante sexo, el sexo no le apasiona…

Pero también la película muestra ese otro ámbito de aprendizaje: el de las asambleas, el de las plenarias donde se debaten consignas políticas, se definen ternas, estrategias para debilitar a los rivales y conquistar el poder. Es en ese ámbito donde Roque descubre que tiene una idea (ingenua, sí, pero es una idea). Esto le permite iniciar su carrera. Lanzarse a la selva…

Vale la pena que me detenga un momento para resaltar el guiño que realiza la película sobre la formación de un político. Entre líneas la película nos sugiere que el político está disociado del saber académico, del conocimiento, del bagaje histórico, de las herramientas del análisis que proporciona la teoría. El político, según El estudiante, es un ser que tiene un aprendizaje más visceral: tiene que aprender a sobrevivir en un ámbito donde reinan las cucarachas, tiene que aprender a sobrevivir a la sucesión de mentiras, traiciones, roscas, imposturas, negociaciones por la espalda, en fin… Seguramente para el lector estos detalles no aportan novedad alguna, es algo que el sentido común nos dice sobre la política: “es sucia”. Este detalle lo sabemos de antemano lo interesante de la película es que nos muestra esta obviedad poniendo en escena a un estudiante que desde su ingenuidad y sagacidad va descubriendo la podredumbre y empieza a moverse en ella con gran habilidad.

Sutilmente, la película dice también algo respecto al lugar que ocupa la Universidad pública en nuestro universo imaginario (aquellos que estudiamos en la UMSA o nos reconocemos en Roque o visualizaremos a todos los Roques con los cuales nos hemos topado). Las características de las universidades públicas son duales: por una parte la universidad, sirve para formar profesionales e investigadores; por otro, sirve para crear dirigentes políticos (pensemos sólo por dar dos ejemplos: el nefasto Ministro de Gobierno, Wilfredo Chávez, ex dirigente estudiantil de derecho de la UMSA; lo mismo el chaposito viceministro, el inoperante César Navarro, dirigente estudiantil de la Tomás Frías de Potosí). Ambas formaciones la académica y la de dirigente sindical en el film aparecen imbricadas como un solo juego de poder (y lo son): la ayudantía de hoy será la diputación de mañana.

Hay más detalles que el film muestra sobre la vida universitaria, o más bien que descubre: la mayoría de quienes ingresan lo hacen porque no les queda otra alternativa. La universidad se ha convertido en un enorme, elefantiásico instrumento de control social: la mayoría entra a ella para enriquecer su vida social, por un camino de ascenso social, de interacción social (en los tiempos libres entre materia y materia, el pequeño o gran romance, en la conversación, organización de fiestas, contacto laborales, etc.).

Creo que hay que tener coraje para meterse con la política universitaria y construir un thriller tan asombroso. Para alcanzar ese nivel Santiago Mitre muestra desde los intestinos como se mueve la mierda que constituye la política y es interesante proyectar que en ese microcosmos podemos ver como funciona la política en general, la política Macro esa que tiene el rostro de Evo, de Cristina, de Barack.

La película cuenta con el apoyo de dos grandes cineastas, Mariano Llinás y Pablo Trapero, de los cuales se puede rastrear ciertas huellas suyas en el fil. De Llinás está muy claro, el recurso de voz en off, la forma de narrar de El Estudiante tiene muchos ecos de esa gran pelícual: Historias extraordinarias. Obviamente de TRapero: la configuración de los personajes, las atmósferas...


Veánla...

jueves, 20 de octubre de 2011

Al estilo de una bienvenida…

Efectos personales es un blog muy caprichoso y profundamente arbitrario donde se reunirá todas las ganas de decir algo…

Efectos personales es un desordenado blog donde se ejercerá ese capricho tan natural, tan terapéutico y al mismo tiempo tan ingenuo de jugar a ser opinólogos, sospechosos asignadores de sentido o paqpakus que trazan líneas (¿?) desde el registro de la hualaychería pura, la incongruencia y sobre todo a través de esa maldad que solo viene embotellada en envase de una ternura poética.

Efectos personales no pretende incidir en nadie ni en nada, pero sí desea provocar tajos, atajos, túneles, sueños y pasadizos e impulsar a transitar en recovecos y cornisas para ver, a través desde esa miopía congénita e irreparable, la puesta en escena que se monta infinita alrededor de nuestras vidas.

Seguramente futuro lector (ojalá que usted exista y no sea un personaje etéreo, abstracto o fantasmal) alguna vez encontrará en este blog cierta solemnidad en los textos (no se la crea), huellas de la academia (présteles la debida atención para olvidarlas pronto), un tufillo de soberbia (es solamente tufo) y muchos tropezones intelectuales es que a veces vale la pena disfrazarse de gente seria, de gente “bien” o “de anarquista pero bien loser” y utilizar diversas máscaras y palabras para hacer pasar por serio aquello que en realidad es tan inútil e innecesario que justamente por eso es muy importante…

Una aclaración: no creemos poder evitar los clises… Pero no los maquillaremos como buenos columnistas de prensa, radio y televisión sino que, lector, subestimándolo se los haremos notar (como manda la Ley de Imprenta).

Desde acá se arrojará diariamente un escupitajo al mar de las opiniones. Opiniones alrededor de todo y de nada, por ejemplo se escribirá sobre: la tele nacional, internacional y la supragaláctica, los trascendetes casos del telepolicial, el vasto mundo de la botánica, las sutiles diferencias entre bacterias y virus, la revancha de los extraterrestres, el mundo gay desde el punto de vista hermafrodita, la neurociencia y sus diversos procesos químicos, la impotencia crónica del troskismo y sus partidarios, y los temas de siempre que se encuadran en la política, la esquizofrenia, el fútbol, la abstinencia, el cine, el sexo, la academia, el delirio, la literatura, la pornografía, la heladería, el arte, el glamour, la perfumería, los ansiolíticos…

Efectos personales no es una comuna, un colectivo, una tojpa, una tropa, un séquito, una junta de amigos, un partido político (jejejej) apenas es un divertimento, una seña… Ojalá, y si se puede, una risa…

Entonces, Efectos personales será el espacio donde convivan sin problema las contradicciones, los menjunjes, los insultos con las alabanzas, los piropos junto con los improperios, la democracia con el autoritarismo. No se trata de un blog que intentará combatir en contra del silencio, tampoco es un susurro, es, es, es, sí… es un eructo…

Alcen su copas, dejen por un momento sus teclados y su monitores, salud pues y bienvenidos a este chenko…